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Vie, Oct 17, 2025

Dele al pueblo, especialmente a los trabajadores, todo lo que sea posible. Cuando parezca que ya les está dando demasiado, dele más. Todos tratarán de asustarle con el espectro del colapso económico. Pero todo eso es mentira. No hay nada más elástico que la economía, a la que todos le temen tanto porque no la entienden. (Consejo de Perón al presidente chileno Ibáñez, citado en Gerchunoff y Llach, El ciclo de la ilusión y el desencanto, Buenos Aires, 2018)

 

Por Néstor Sierra Fernández
Director
@nesifear

“Inflación incipiente, signos de debilidad externa: aunque todavía no fuera obvio, allí estaban los síntomas de que el impulso expansivo y distribucionista se había llevado a un extrremo peligroso. La bonanza de los términos de intercambio, la abundancia de recursos fiscales provenientes de la seguridad social, de la propia expansión económica y de la apropiación pública de la prosperidad exportadora, el incremento de los salarios en proporción mayor al de la productividad, la capacidad para expandir el crédito sin provocar inflación; nada de eso duraría para siempre” (Capítulo “Ascenso y apogeo peronista, -1940-1949; op. cit. Ed. Crítica. Buenos Aires, 2018).

Esas fueron, entre otras, las causas del gasto público durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón, (1946-1952), que continuaría tras un descenso en el período siguiente, además de los subsidios por el congelamiento de las tarifas de gas y energía eléctrica y la estatización de empresas. Ese enorme gasto público necesitó financiarse mediante una brutal emisión, que derivó en el inicio del fenómeno inflacionario: el ìndice de precios al consumdior, de un aumento promedio anual del 5,6% en el perìodo 1940-1945, pasó en el primer peronismo, el lustro siguiente, al 25,6 por ciento anual promedio. (La Economía de Perón, Una historia económica, Cap. 2, Ortíz Batalla, Laura D’Amato (Ed. Edhasa, Buenos Aires, Dic. 2020).

Pero por el aumento de los precios, Perón, lejos de reconocer sus responsabilidades, no dudó en acusar a los comerciantes de “agiotistas” y de gritar en Plaza de Mayo que para terminar con la inflación no iba a parar con el gasto y la emisión, sino que “creo que hay que volver a la època de andar con el alambre de fardo en el bolsillo” para los comerciantes, que tenían que incrementar invariablemente el precio final al aumentarles el costo.

El congelamiento de precios nunca solucionó nada en la Argentina, ni tampoco en el mundo. Desde el Antiguo Egipto (con el famoso código de Amurabih), pasando por el Imperio Romano, la emisión de reales de menor valor que el real durante la colonia española en América, y en nuestro país los planes Austral y Primavera, por poner dos de decenas de ejemplos. Todos han terminado en el fracaso.

Sin embargo, el gobierno de Alberto Fernández vuelve a recurrir al fracasado “congelamiento” por 90 días para alrededor de 1600 productos, que solo traerá desabastecimiento, porque nadie va a vender su mercadería al precio del 1 de octubre, porque en la reposición entre esa fecha y hoy, ya lo pagó más caro, y nadie trabaja para perder plata.

Además, ¿que va a pasar el día 91? Lo más probable que haya un reacomodamiento inmediato de precios, incluido el del dólar, que será en realidad un índice de la desvalorización del peso. O sea, más inflación, que repercute con más penosa fuerza en las clases más postergadas.

Mientras tanto, militantes camporistas e intendentes del Frente de Todos del conurbano van a los supermercados a hacer la sobreactuación que van a “verificar el cumplimento de los precios máximos”, para hacerles creer a algunos ilusos que eso es actuar contra la inflación, y le echan la culpa “a los grandes grupos económicos”, y a los “especuladores” (¿agiotistas?).

Esos intendentes y militantes nada dicen del crecimiento de la emisión para comprar votos mediante heladeras, calefones y cafeteras, o para seguir subsidiando la energía eléctrica y el gas en el Gran Buenos Aires, como hace 75 años, por lo que ni nombran que la base monetaria, es decir el dinero circulante (sin contar las Leliqs) es de 3.006.634 billones de pesos, es decir tres billones seis mil seiscientos treinta y cuatro millones de pesos, cuando el Producto Interior Bruto, todos los bienes producidos por el país más lo importado, fue en el segundo trimestre (último dato publicado por el Indec) de $880.000 millones, por lo que hay casi 2,127 billones (millones de millones) que sobran, que van a la demanda (de bienes en transacciones diarias o de dólares, que es otro bien más) presionando sobre la misma oferta, con lo cual aumenta el precio, por el hecho de que, como por esa misma razón el peso se desvaloriza, el argentino se lo saca de encima, porque el peso perdió una de las principales características de una moneda, ser reserva de valor. ¿Alguien guarda hoy pesos para comprarse algo dentro de seis meses?

El mundo sabe hoy que la inflación es siempre un fenómeno monetario (Milton Friedman). El mundo que ve azorado a nuestro país, menos el gobierno peronista.

Números más o menos, otro peso con 13 ceros menos, iogualito a la época de Perón, hace 75 años.

Parecemos condenados a dar vueltas etermamente en el túnel del tiempo.

 

Imagen principal: militantes de La Cámpora hacen controles en supermercados (Fuente: La Nación)

 

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Año XIX, edición Nª 6885

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