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Jue, Oct 16, 2025

Por SOLANGE FINKELSZTEIN
Magister en Economía (*)

Por SOLANGE FINKELSZTEIN
Magister en Economía (*)

En agosto pasado, el déficit comercial que tuvo la Argentina fue de 1.083 millones de dólares. Si se compara con el año anterior, es clara la diferencia entre el 2016 y 2017. En 2016 el saldo anual fue positivo, con un superávit comercial de USD 2057 millones. Este año, el acumulado entre enero y agosto arroja un déficit comercial de USD 3449 millones, y aún quedan cuatro meses del año. ¿Es esto para preocuparse?

Antes de contestar a la pregunta, repasemos primero algunos datos. Las exportaciones de agosto ascendieron a 5.228 millones de dólares mientras que las importaciones fueron por 6.311 millones de dólares. El 40% de las exportaciones son manufacturas de origen agropecuario, el 30% manufacturas de origen industrial, el 26% productos primarios y el 3% energía y combustibles. En lo que respecta a importaciones, el 68% son bienes intermedios y de capital junto con piezas y accesorios de bienes de capital, un 14% son bienes de consumo, un 9% vehículos y un 8% de combustibles.

¿Hacia donde van estas exportaciones y de donde provienen las principales importaciones? Hacia Mercosur y Asia Pacifico van un 42% de las exportaciones (con un 21% respectivamente), y un 15% a la Unión Europea. Las importaciones en cambio, provienen un 27% del Mercosur, otro 27% de Asia Pacífico y un 18% de la Unión Europea. El saldo negativo más importante se da con China, quedando Brasil en segundo lugar y EEUU en tercer lugar.

Ahora bien, volvamos a nuestra pregunta. ¿Debemos preocuparnos por este déficit comercial?

Cuando se analizan los vínculos internacionales de una economía con el resto del mundo, son varios los factores a tener en cuenta. En primer lugar el saldo comercial en sí mismo no dice nada. Por el contrario, lo correcto es mirar todas las cuentas con el exterior, tanto la cuenta corriente como la cuenta capital y financiera. Podría darse un déficit de cuenta corriente que esté compensado por un superávit de la cuenta capital y financiera. En ese caso las cuentas externas estarían equilibradas de manera tal de no comprometer el stock de reservas internacionales. Sin embrago, cuando el déficit de cuenta corriente no es compensado por la cuenta capital y financiera, comienza a tener relevancia el stock de reservas internacionales si es que se quieren evitar grandes movimientos en el tipo de cambio.

El deterioro de las exportaciones argentinas tiene estricta relación con dos factores: la crisis de Brasil y el atraso cambiario. La crisis de Brasil, claro está que se trata de una variable exógena. De hecho, los vaivenes de los socios comerciales son parte de las reglas del juego de todo intercambio comercial. Ahora; el atraso cambiario sí es una decisión de política económica. O mejor dicho, es consecuencia de la política económica elegida. La apreciación del peso tiene que ver con dos factores puntualmente: El proceso de desinflación que se puso en marcha desde hace ya más de un año, encabezado por el Banco Central y necesario además para reducir el principal factor de empobrecimiento de los argentinos, la inflación; y el endeudamiento externo, modalidad de financiación elegida para paliar el déficit fiscal que dejaron las gestiones anteriores y que aún no se ha podido combatir.

El ingreso de divisas, el mismo motivo que permite un dólar relativamente estable y sin grandes escaladas, es a su vez el que favorece las importaciones y deteriora las exportaciones. Pero además, en términos reales, el atraso cambiario se agrava cuando la apreciación del peso (producto de la abundancia de dólares por endeudamiento) es más rápida que la caída del nivel de precios doméstico. Y esto quizás es lo que podría estar delatando el déficit comercial y generando algunas preocupaciones. Bajar la inflación consiste en un proceso, que lleva mucho tiempo, más aún cuando el historial y las expectativas actúan de anclas. En este sentido, la política monetaria debe ser firme y obstinada. Bajar el déficit fiscal es una decisión que, de tomarse, podría ser mucho más rápida de revertir, sin embargo el costo social que traería aparejado hace que el gradualismo sea no solo la mejor sino la única receta.

En cuanto a las importaciones, estas se ven alentadas por la recuperación económica que lentamente comienza a decantar y por el tipo de cambio que las favorece.

¿Es entonces este escenario un motivo de preocupación? Creo que el gran desafío será repensar el modo de lograr una mayor competitividad de nuestras exportaciones. Si no queremos agravar aún más el déficit comercial; sabiendo que conjuntamente con la recuperación económica las importaciones seguirán un camino ascendente, será más que necesario incrementar las exportaciones. Y el desafío será ganar competitividad no mediante una devaluación de la moneda, sino haciendo de la estructura de costos de las empresas argentinas, una estructura más competitiva. Una reforma tributaria y el fomento de la competencia entre empresas podrían allanar el camino para lograr este objetivo.

(*) La autora es coordinadora de Programas de Posgrado en Economía y Finanzas UADE Business School.

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Año XIX, edición Nª 6885

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