Por ANDREA VARTANIAN
Un hermano es uno de los mayores tesoros que podemos tener en esta vida. Es nomal en nuestros primeros años de vida pelear, competir, celarse, llevarle la contra, y también que siga pasando de grandes si no pudimos limar asperezas.
Pero los hermanos son esa parte fundamental que tenemos en la vida. Van a ser nuestro apoyo en momentos difíciles y aun más cuando los padres ya no estén. Si no tenemos demasiada afinidad o pasamos poco tiempo juntos sabemos que el amor está latente de todas maneras, y lo está también pese a las diferencias de ideología, de edad o de manera de encarar la vida.
Criarnos con un hermano conlleva a que aprendamos lecciones. Gracias a eso aprendemos a cuidar del otro, aprendemos a no preocuparnos solo por nosotros, sino a cuidar y velar por el bienestar del otro. Con los hermanos acabas desarrollando un instinto de protección especial. También aprendés a compartir, a saber que pese a que se comporte mal con nosotros de todas maneras estaremos allí y ayudaremos en lo que podamos.
Cuando somos chicos anhelamos sentir la sensación de ser hijos únicos y disfrutar lo que ello implica, además de querer tener el amor y atención de nuestros padres para nosotros solos, más aun cuando son constantes las peleas con nuestros hermanos, pero la realidad supera todo deseo infantil. Para definirlo de otra manera ese sentimiento, comparto algo que he leído algo por ahí que me dio mucha gracias, y más de una vez lo senti de esa manera:
“Los hermanos, seres enviados por el mismísimo satanás para hacer nuestra vida lo más trágica posible. Para hacer también que nuestra tranquilidad se acabe. Deseamos por unos días, al menos, ser hijos únicos, pero malas noticias: la fábrica de hermanos no acepta devoluciones, aunque el producto haya resultado severamente defectuoso.”
Más de una vez lo he pensado, créanme, más siendo hermana mayor, ya que muchas veces ocupé el lugar de madre cuando mi mamá tenía que salir, y fue una tarea demasiado tediosa.
Saliendo de los comentarios imaginarios, podemos decir que los hermanos son una compañía en este camino de la vida y nos hace sentir menos solos. Sabemos que hay otro con nuestra misma sangre (o no) y como se suele decir “la sangre tira” y eso lo podemos experimentar al saltar en su defensa cuando vemos que lo necesitan.
Puede pasar que los padres hayan decidido, o no, que uno recorra el camino de la vida como un ser único para ellos, pero a lo largo de la vida, al crecer, al relacionarnos con personas, seguramente encontremos ese ser que sea nuestra “alma gemela” en el rol de amigo, y pase a ser un hermano para nosotros, una persona que lo representa tal y como fuera una persona de nuestra misma sangre.
Así que para hacer una reflexión resumida, nuestros hermanos son sumamente importantes en nuestro crecimientos como individuos, sean o no de nuestra misma sangre.