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Vie, Oct 17, 2025

 

Andrea Vartanian

 

 

La resiliencia, esa palabra que hoy en día se puso muy de moda y que muchos no saben de qué se trata, es la capacidad que tenemos de recuperarnos frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. En ocasiones, las circunstancias difíciles o los traumas permiten desarrollar recursos que se encontraban latentes y que desconocíamos hasta el momento.

Aunque a simple vista unas personas son más resilientes que otras, la resiliencia no es algo que unos tengan y otros no, sino que se trata de una serie de habilidades que se pueden desarrollar.

Es importante para ello tener ciertos puntos que ayuden a conocer nuestro potencial, y todo lo que podemos hacer para darle batalla a los momentos difíciles, como ser:

Cultivar un círculo de amistades cercanas y buenas relaciones familiares, porque esas son las personas que van a estar con nosotros, escuchándonos y apoyándonos en los momentos difíciles, haciéndonos más resilientes.

Usar pensamientos constructivos. Pensar de forma realista, no ver los problemas o las crisis como catástrofes terribles, sino como retos que hemos de superar. Pensar que esos problemas no van a durar para siempre, sino que acabarán pasando. Pensar que tenemos la capacidad suficiente como para afrontarlos y encontrar soluciones.

Establecer metas realistas que nos ayuden a empezar a cambiar las cosas. Hacerlo con regularidad, aunque sea pequeño el paso que demos es ir en la dirección hacia el avance.
Acepta la realidad. Si nos negamos a verla nunca podremos cambiarla. Puede pasar que nos negamos y cerramos los ojos para no verla, lo que implica no hacer nada; o bien enojarnos y ver que esta todo mal y que somos incapaces de pensar. Y si no podemos pensar no podemos solucionar nada.

Además, a veces las cosas no se pueden cambiar en el presente y es necesario saber tener paciencia y esperar. Lo que no tiene arreglo hoy puede tenerlo mañana. Mientras tanto, aceptemos las cosas como son tratando de sentirnos lo mejor posible con lo bueno que tenemos en nuestra vida.

Actuar. Si estamos actuando es porque estamos pensando soluciones. No importa si muchas de esas soluciones son ineficaces, lo importante es que estemos usando nuestra mente y estamos actuando y eso hará que tarde o temprano logremos algún avance o encontremos una idea.

Confiar en nosotros mismos. A veces, un problema resulta tan difícil de resolver que nos parece imposible que podamos hacerlo. Este modo de pensar puede conducir a un sentimiento de impotencia, de estar atrapado sin poder hacer nada.

Pero realmente no sabemos lo que podamos hacer hasta que lo intentemos. Por muy difícil que parezca en este momento, no dejemos de pensar que, tarde o temprano encontraremos alguna solución. Eso es lo que significa confiar en nosotros y en nuestra propia capacidad para afrontar lo que la vida nos traiga.

Ser optimista, aunque sin dejar de ser realista. Ser optimista es esperar que ocurran cosas buenas en la vida, que la situación mejorará en el futuro, que somos capaces de controlar estas cosas de la vida y hacer los cambios necesarios, que la vida puede traernos momentos maravillosos que compensen los momentos amargos.

Aprender a crecer con nuestros problemas. Los problemas o las crisis son retos que inevitablemente pasaremos en la vida y que nos empujan a sacar lo mejor de nosotros, a ser fuertes, a pensar y buscar soluciones, a actuar.

A menudo nos empujan a cambiar nuestro punto de vista y hacerlo más amplios y flexibles, nos hacen madurar y nos hacen ver el mundo y a los demás de un modo más realista. De nosotros depende que los golpes que nos da la vida nos vuelvan mejores personas o nos vuelvan un ser resentido y amargado por la “injusticia de la vida”.

Esos golpes pueden hacernos más empáticos, más tolerantes con la debilidad humana (la misma que hemos visto en nosotros en momentos de crisis), pueden ayudarnos a comprender comportamientos y actitudes que no comprendíamos, pueden enseñarnos acerca de nuestra propia fuerza interior.

Los momentos de crisis pueden servir también para ver con claridad cuáles son las personas que valen la pena en nuestra vida, aquellos con los que de verdad podemos contar y empezar a apreciarlos más al ver su apoyo y su cariño en tiempos duros.

Por último, no dejemos de mantener el sentido del humor ante los problemas. El humor es una herramienta estupenda para fomentar la resiliencia.

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Año XIX, edición Nª 6885

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