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Jue, Abr 24, 2025

Por Néstor Sierra Fernández
@nesifear

El Gobierno destinó en los sindicalistas camioneros la supervisión del cumplimiento del control de precios. Los “muchachos” (no el laburante camionero, obviamente) entraron a un hipermercado no con los mejores modales, justamente.  Pero el control de precios, con el nombre de  “precios justos” (¿justo para quién?) volvió a fallar no en el precio, sino en el tema de la oferta y la demanda.

Moyano le dijo en una carta al Presidente que “los productos no aparecen”, y peor, en una entrevista radial, el secretario de Industria y Desarrollo Productivo, Ignacio de Mendiguren, se quejó de que “el problema que se está teniendo no es tanto en el control de los precios, porque se está cumpliendo lo que se ha negociado, sino en el abastecimiento, que no están llegando esos productos”.

Un alumno del primer cuatrimestre del primer año de la carrera de economía recibe en su primera clase tres lecciones: que todos los bienes son escasos (si sobrarían no existiría la economía), que la restricción presupuestaria es a la economía lo que la fuerza de gravedad es a la física (si tenía 200 y gasté 150 me quedan 50,  no ocho mil) y que a mayor demanda de un bien ante la misma oferta, su precio sube.

Eso es lo que sucede con los precios justos y ha sucedido históricamente con el control de precios, en la Argentina, en Venezuela y en el Imperio Romano. Ejemplo: tomemos un pan lactal grande, cuyo precio es de, digamos, 400 pesos. Si el gobierno le pone un precio artificialmente bajo a una de las marcas, digamos $200, los consumidores se van a abalanzar a las góndolas a comprar esa marca de pan a la mitad de precio que el resto de las marcas, con lo que si usted va a los 15 minutos, va a encontrar la góndola vacía. Luego, el productor va a demorar producir. No es que no va a vender, si no que va a vender menos y con demora. ¿Por qué? Porque a ese precio no le conviene vender, porque de lo que tiene acopiado, a ese precio vende la mitad porque cuando compre la materia prima (leche, harina, azúcar, levadura) no sabe a cuánto la va a pagar, porque paga cientos de impuestos, etcétera.

Y esto, De Mendiguren, que es empresario, lo debe saber perfectamente. Entonces, ¿por qué se sorprende del desabastecimiento?

 

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Año XIX, edición Nª 6774

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