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Vie, Oct 17, 2025

Por Andrea Vartanián
espiritualidad@puntosurweb.com.ar

La esencia de las Fiestas, del lado espiritual, es pasarla en paz con las personas que más queremos, sentir ese momento de comunión con ellos y quizá reflexionar sobre lo sucedido en el año y proyectar cosas nuevas para el que llega.

Lamentablemente se pierde año tras año el motivo original de estos días, que es celebrar el nacimiento de Jesús.

Son jornadas en las que debería reinar la paz, la calma y el amor, pero el consumismo es el que predomina. El estrés de las corridas, el hacer regalos, el buscar la mejor decoración, la mejor comida; todo eso empaña la tranquilidad.

Es inevitable que todos caigamos en estas costumbres, dignas de la globalización, pero podemos ir tomando de a poco otros tipos de manejos para que podamos mantener la ilusión de unas lindas Fiestas, ponernos limites y así no hacer gastos innecesarios cuando la idea principal es pasar las Fiestas con la gente que uno quiere.

Si las ganas son muy fuertes de hacer regalos, ya que sentimos que no esta mal hacerlo para demostrar interés hacia el otro, podemos recurrir a productos nacionales, conociendo bien el esfuerzo del pequeño comerciante, de un artesano o también, si es que disponemos de tiempo, realizar algo con nuestras manos, y de esa manera podremos obsequiar, ademas de un presente, amor, paciencia y dedicación.

Ademas algo para tener en cuenta es nuestra salud en esos días. La mayoría de las personas se desquitan estas fechas, comen y toman alcohol por demás. Son innecesarios esos excesos que solo nos provocan malestar. Tranquilamente se puede festejar comiendo sano y sin sobrepasar los límites y así, no sentirnos tan mal ni pesados, potenciados con el calor incomodísimo de esos días.

Con respecto a los fuegos artificiales, algo que ya sabemos y muchos siguen sin entender, que más allá de lo lindo y vistoso al utilizarlos, provocan muchas consecuencias en bebés, ancianos y los animales, ademas de arriesgarse a sufrir accidentes al manipularlos. Tomemos conciencia de lo valioso que es entender eso y enseñarle a los mas chicos.

Son también fechas que nos encuentran más sensibles, y al momento de reflexionar podemos tener en cuenta ayudar al que más lo necesita. Mientras nosotros nos preocupamos por la comida y los regalos muchas personas carecen de todo ésto, hasta pueden carecer de afecto, de familia. Es un buen momento para poner en practica la empatía, la colaboración y el dar amor. Hay muchas asociaciones sin fines de lucro con las que uno puede colaborar o hacerlo por cuenta propia o con amigos. No es tan difícil, si no contamos con plata podemos desprendernos de ropa, los peluches o juguetes guardados en condiciones y donarlos. ¡De esa manera tan simple comenzamos!

Aquí una reflexión que leí; es que es tan dura la realidad para muchos, y esas cosas hacen que a veces nos topemos con sus historias y nos hacen un click por dentro:

Zapatos para Jesús
(Una historia que enseña el verdadero valor de las cosas)

Solo faltaban cinco días para la Navidad. Aún no me había atrapado el espíritu de estas fiestas. Los estacionamientos llenos, y dentro de las tiendas el caos era mayor. No se podía ni caminar por los pasillos. ¿Por qué vine hoy? me pregunté.

Me dolían los pies lo mismo que mi cabeza. En mi lista estaban los nombres de personas que decían no querer nada, pero yo sabia que si no les compraba algo se resentirían. Llené rápidamente mi carrito con compras de último minuto y me dirigí a las colas de las cajas registradoras. Escogí la más corta, calculé que serian por lo menos 20 minutos de espera.

Frente a mí había dos niños, uno de diez años y su hermana de cinco. Él estaba mal vestido con un abrigo raído, zapatos deportivos muy grandes, a lo mejor 3 tallas más grande. Los jeans le quedaban cortos. Llevaba en sus sucias manos unos cuantos billetes arrugados.

Su hermana lucía como él, sólo que su pelo estaba enredado. Ella llevaba un par de zapatos de mujer dorados y resplandecientes. Los villancicos navideños resonaban por toda la tienda y yo podía escuchar a la niñita tararearlos. Al llegar a la caja registradora, la niña le dio los zapatos cuidadosamente a la cajera, como si se tratara de un tesoro.

La cajera les entregó el recibo y dijo: son $6.09. El niño puso sus arrugados billetes en el contador y empezó a rebuscarse los bolsillos. Finalmente contó $3.12. “Bueno, pienso que tendremos que devolverlos, volveremos otro día y los compráremos, añadió. Ante esto la niña dibujó un puchero en su rostro y dijo: “Pero a Jesús le hubieran encantado estos zapatos”. Su hermano, mirándola, le dijo “Volveremos a casa, trabajaremos un poco más y regresaremos por ellos. No llores, vamos a volver”.

Sin tardar, yo le completé los tres dólares que faltaban a la cajera. Ellos habían estado esperando en la cola por largo tiempo y después de todo era Navidad.

Y en eso, un par de bracitos me rodearon con un tierno abrazo y una voz me dijo: “Muchas gracias señor”.
Aproveché la oportunidad para preguntarle que había querido decir cuando dijo que a Jesús le encantarían esos zapatos. Y la niña con sus grandes ojos redondos me respondió:

– “Mi mamá está enferma y yéndose al cielo. Mi papá nos dijo que se iría antes de Navidad para estar con Jesús. Mi maestra de catecismo dice que las calles del cielo son de oro reluciente tal como estos zapatos. ¿No se le verá a mi mamá hermosa caminando por esas calles con estos zapatos?”

Mis ojos se inundaron al ver una lágrima bajar por su rostro radiante. “Por supuesto que sí”, le respondí. Y en silencio le di gracias a Dios por usar a estos niños para recordarme el verdadero valor de las cosas.

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Año XIX, edición Nª 6885

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