Por Néstor Sierra Fernández
@nesifear
Jairo canta «Venceremos» en el cierre de campaña de Alfonsín, 1983
«Sudor Marika», en la fiesta de asunción de Alberto Fernández.
Entre la asunción del presidente Raúl Alfonsín, en diciembre de 1983 y el gobierno de Alberto Fernández, la educación pública ha pasado de ser el orgullo argentino por su calidad que, por ejemplo, ha dado cinco Premios Nobel, a la decadencia marcada por el hecho de que los chicos salgan de la secundaria sin comprender un texto.
El tema lo reflotó un grupo de intelectuales que pide que no se descuide a la educación.
«Con la democracia se come, se cura y se educa», decía Alfonsín. La pobreza pasó del 14 por ciento en 1984 (datos de Chequeado sobra la base de informe de Centro de Población, Empleo y Desarrollo de la Universidad de Buenos Aires (CEPED-UBA)) al 41 por ciento (Indec, primer semestre de 2021).
Dos momentos de nuestra democracia demuestran la decadencia educativa en la Argentina. A muchos les podrá parecer simples hechos anecdóticos, pero el buen observador sabrá comprender cómo esos dos momentos grafican el punto más alto de la cultura de nuestro pueblo y el estadío más bajo… hasta ahora, si no impedimos que el descenso siga. Este descenso al infierno educativo muy bien lo graficó en 1999 el director de la Academia Nacional de Educación, Guillermo Jaim Etcheverry, en su obra «La tragedia educativa».
El primero de esos momentos lo marcó Jairo y el por entonces candidato Raúl Alfonsín, cuando en octubre de 1983, en el cierre de campaña, a una avenida 9 de Julio con dos millones de personas, el artista cordobés cantó el hermoso tema Venceremos.
«Juntos venceremos… Quiero que mi país sea feliz, con amor y libertad».
En su libro, Jaim Etcheverry grafica que, en 1984, el 54 por ciento de las personas confiaba mucho en el sistema educativo. Y como el mismo profesor le respondió a Nelson Castro en «El corresponsal», anoche en el canal TN, hoy muchos padres humildes mandan a sus hijos con mucho esfuerzo a una escuela parroquial (con cuotas más bajas que las instituciones privadas), por el pésimo estado de la Educación pública. Lo cual implica que pagamos impuestos para que el Estado eduque a nuestros hijos, pero los padres tienen que volver a pagar a una escuela parroquial o privada. El Estado recibe el dinero pero no lo devuelve en ese servicio.
«La Escuela es concebida como un lugar de opresión, donde pareciera ser que ahí hay víctimas de un sistema del cual hay que liberarse y se lo hace cada vez más fácil, más sencillo, más básico…», continúa el profesor.
En 2019 la Argentina registró el peor desempeño de su historia en una evaluación internacional de aprendizaje de la Unesco, lo que indica un fracaso también del gobierno de Mauricio Macri y el resultado de los paros docentes constantes en la Provincia de Buenos Aires decretados por Roberto Baradel contra la exgobernadora María Eugenia Vidal con la excusa de mejoras salariales. Desde que Axel Kicillof se sentó en la gobernación bonaerense, nadie ha vuelto a escuchar a Baradel.
Resultado: el 10 de diciembre de 2019, en la «fiesta» de asunción de Alberto Fernández no cantó Jairo, nadie deseó desde el escenario en Plaza de Mayo que «mi país sea feliz».
Un chico cantante de «Sudor Marika», en el párrafo final de esa vergonzosa presentación, luego de no olvidarse de dar «gracias Cristina, gracias Alberto. Vuelven las políticas públicas», cerró (des) entonando: «Compañero de piquete, cuando quieras dame un pete…» y siguieron las «cuidadas metáforas» sexuales.
Cuadra en ese contexto de decadencia que el exministro de Educación, Nicolás Trotta, le haya dicho a los gremios por zoom durante la pandemia que en la Ciudad de Buenos Aires «sigan haciendo paro, así los padres se enojan con Rodríguez Larreta».
Jaim Etcheverry continuó con Castro: «El resultado (de hacer menos exigente al sistema educativo) es lo que es vox pópuli: que la mitad de los chicos que terminan el secundario no comprende lo que lee, que dos de cada tres no pueden hacer simples operaciones de abstracción matemática (como) un porcentaje, una regla de tres».
Gracias Baradel. Gracias Cristina. Gracias Alberto.