PUNTO SUR. EDITORIAL
Los resultados electorales de las Primarias del domingo 11 de agosto expresaron que los argentinos votaron “con el bolsillo”. Muchos de los votantes del interior de la provincia de Buenos Aires no fueron los grandes ganaderos o agricultores, sino sus trabajadores, que como la mayoría de los argentinos sufrieron (y sufren) las consecuencias de un achicamiento del gasto necesario, pero demasiado tardío.
La enorme, y torpe, miopía del gobierno de Mauricio Macri no vio las necesidades de tantos argentinos, tal vez confiados en la poca diferencia que las encuestadoras le auguraban con respecto a Alberto Fernández. (¿Volverán a consultarlas los medios en la próxima elección?)
La torpeza del presidente fue tanta, que hizo que Cristina Fernández, tras la hábil jugada al poner como presidente de su fórmula a Alberto Fernández, con solo las esporádicas presentaciones de su libro y luego llamándose a silencio por piantavotos, le alcanzó para que la fórmula bonaerense designada por Máximo K le ganara por 15 puntos a la política más carismática y de mejor imagen de la Argentina, María Eugenia Vidal.
Del otro lado, Alberto F. proclamando en su victoriosa noche que con él “se terminó la grieta”. ¿Con Alberto triunfante se acabó la prepotencia del kirchnerismo, como las amenazas y agresiones a periodistas como a la colega de TN Maru Duffard, mientras cubría la presentación del libro de su compañera de fórmula en la Rural? Como los escupitajos a fotos de periodistas pegadas en las paredes de la Ciudad de Buenos Aires, el kirchnerismo tiene una fecunda historia de patoterismo. ¿Se le puede creer a Alberto F.?
Tal vez como en su presidencia Cristina, él ahora es el bueno ¿ y el Campo, los medios y los grupos empresarios, los malos? Condición primera del manual populista.
La historia del Peronismo es la de los últimos 70 años del país, y esa historia es también la del populismo, llevado a su máxima expresión durante el kirchnerismo, con un sinfín de planes sociales y llamados casi imperativos: “Jubílese con o sin aportes”, se puede leer aún hoy en muchas esquinas, como espejo cruel en el que lamentamos ahora tanto derroche.
Ese populismo, entre 2011 y 2015, gastó hasta dilapidar nuestros impuestos, y entonces dejó el Banco Central exhausto, recesión, cepo cambiario, una inflación del 40 por ciento y un déficit de 400 mil millones de pesos. Para mantener los 18 millones que totalizan jubilados y pensionados, titulares de Pensiones No Contributivas (la gran mayoría, por invalidez), Pensión Universal para el Adulto Mayor, titulares de la Asignación Universal por Hijo, titulares de la Prestación por Desempleo, asignaciones familiares, becas progresar, Hacemos Futuro y programa Más Vida.
Como la piedra de Sísifo que se cae eternamente de la cima, la historia vuelve a repetirse. De confirmarse en octubre, volverá el populismo, a menos que el Peronismo K. haya aprendido la lección, algo tan dudoso como la conciliabilidad que busca irradiar Alberto F.
Néstor Sierra Fernández