Por Néstor Sierra Fernández
Nuestro problema no es económico, es de falta de aprendizaje e inmadurez. Solo el que no aprende no madura, y al inmaduro la historia se le repite una yh otra vez.
Expeptuando las crisis que vivió la Argentina en 1914 y 1930 (generadas por factores externos, el inicio de la Primera Guerra Mundial la del ’14 y por los coletazos del crac de la Bolsa de Nueva York de 1929 en el segundo), durante el Siglo XX los argentinos hemos sufrido seis crisis económnicas: 1952, 1959, 1975, 1981, 1989, 2001 y la presente, que se llevó puesto a Martín Guzmán.
Todas las crisis tienen un común denominador: el país consume más de lo que ingresa, gasta dólares de más y se queda sin esa moneda para que se puedan importar insumos (por cada punto de crecimiento del PIB las importaciones de insumos crecen 3 puntos). Si a eso se le suma energía barata que hay que importar (gas, fuel oil) y encima se subsidia, el déficit se hace impagable.
Entonces, el país pide prestado, se subsidia, se gasta y reaparece la inflación. Luego, cuando los acreedores privados se dan cuenta que el gobierno no les va a pagar, dejan de prestarnos. Se recurre al Fondo Monetario Internacional, al que tampoco le podemos pagar, el gobierno populista (generalmente el peronismo) y la izquierda hacen marchas puteando al Fondo, y encones se recurre a la emisión, que causa más inflación.
Por supuesto que el exministro Martín Guzmán tuvo sus errores, el más grande, tal vez, fue seguir en su puesto aún cuando fue desautorizado por los dos «Federicos», en el pedido de la «segmentación del pago de tarifas, en medio de la pelea entre la vicepresidenta (la dueña de la lapicera) y el Presidente. Aunque, como dijo un colega, los dólares ya no están y la lapicera no tiene tinta.
Que nadie en el gobierno diga que no sabía que iba a pasar lo que pasó. Solo hace falta leer un libro de historia económica.
No se puede vivir de prestado. Se pide préstamos para consumir ahora y pagar en el futuro, que termina siendo un default.
La historia del Peronismo es la de los últimos 70 años del país, y esa historia es también la del populismo, llevado a su máxima expresión durante el kirchnerismo, con un sinfín de planes sociales y llamados casi imperativos: “Jubílese con o sin aportes”, se puede leer aún hoy en muchas esquinas, como espejo cruel en el que lamentamos ahora tanto derroche.
Ese populismo, entre 2011 y 2015, gastó hasta dilapidar nuestros impuestos, y entonces dejó el Banco Central exhausto, recesión, cepo cambiario, una inflación del 40 por ciento y un déficit de 400 mil millones de pesos. Para mantener los 18 millones que totalizan jubilados y pensionados, titulares de Pensiones No Contributivas (la gran mayoría, por invalidez), Pensión Universal para el Adulto Mayor, titulares de la Asignación Universal por Hijo, titulares de la Prestación por Desempleo, asignaciones familiares, becas progresar, Hacemos Futuro y programa Más Vida.
Como la piedra de Sísifo que se cae eternamente de la cima, la historia vuelve a repetirse. De confirmarse en octubre, volverá el populismo, a menos que el Peronismo K. haya aprendido la lección, algo tan dudoso como la conciliabilidad que busca irradiar Alberto F.
Los argeninos somos Sísifo, y la piedra es el populismo.